viernes, 6 de julio de 2012

La neurociencia del racismo

Hace algunos meses escribí un artículo bastante amplio en el que hablaba de las causas y orígenes del racismo. Esta vez voy a ir un poco más a lo que Tinbergen llamaría causas próximas del racismo, es decir, a los mecanismos neurológicos que hacen que se dispare o no se dispare una actitud de miedo ante una raza determinada.

Hace unos días se publicó un artículo en el que no da ningún dato nuevo, pero sí que recopila multitud de estudios sobre el racismo entre blancos y negros estadounidenses, lo que es un buen sitio para empezar a hacerse algunas preguntas interesantes (ya que después de leer el artículo a mi me quedan más dudas que respuestas). El artículo es "The neuroscience of race" y acaba de aparecer publicado en Nature Neuroscience (Julio 2012).

Lo primero que hace el estudio es identificar las áreas del cerebro que intervienen en actitudes racistas o no racistas. Tenemos 4 grandes actores, os los presento y voy a ir hablando un poco de cada uno de ellos y lo que implica:


El Giro Fusiforme: Esta es la zona del cerebro que se dedica exclusivamente a la detección y reconocimiento de patrones que llegan desde centros sensoriales primarios de la vista. Es una zona muy modular y con altas capacidades de especialización. La prueba la tenemos en que no sólo reconoce caras, sino que, como contábamos en el artículo sobre cerebro generalista o especializado, en las personas que saben leer y escribir hay una zona exclusiva de este giro para el reconocimiento de palabras.

La especialización de las diferentes zonas del giro fusiforme se hace por medio de la exposición repetida y continua a los estímulos. En el artículo hablan de la activación de esta zona cuando se reconoce a una persona conocida o a alguien de la misma raza, pero una baja activación cuando se expone a alguien de otra raza no conocido. Esto tiene como consecuencia el efecto de que todas las personas de otras razas nos parecen iguales.

Aquí tengo que contar una experiencia personal que coincide con esta visión del giro fusiforme. Hace unos meses viajamos a Singapur a ver a unos amigos que estaban viviendo allí desde hace un año. En Singapur puedes encontrar occidentales, malayos, japoneses, chinos, indonesios, indios, bengalís y filipinos entre otros. Para mi, la mayoría de los asiáticos eran iguales, no sólo entre ellos, pero me era imposible distinguir entre indonesios, japoneses, malayos y chinos, por ejemplo. Sin embargo, mi amigo que llevaba viviendo allí ya un año me dijo que a los pocos días o semanas, sabes distinguir perfectamente entre las diferentes etnias, e incluso las caras ya no te parecen todas iguales, sino que puedes reconocer rasgos personales en caras igual que en las de los occidentales.

¿Qué ha pasado? Que el giro fusiforme se ha entrenado y especializado, por un lado para reconocer la diferencia entre etnias, y por otro lado, para dentro de la misma etnia, ver diferencias entre los diferentes individuos. Todo ello, tras una exposición continua y repetida a ese estímulo.

Esta capacidad de reconocimiento de individuos y etnia de forma paralela o jerárquica tiene mucho sentido, sobre todo, cuando una de las meta-motivaciones darwinianas en las que se basa la psicología evolucionista es la selección de parentesco. Para que funcione, tengo que ser capaz de reconocer quien pertenece a qué grupo étnico, ya que podré inferir quien ayuda a quién (y sobre todo, quien me ayuda a mi y a quién tengo que ayudar).

 Esta capacidad para ver caras nos puede llevar a falsos positivos curiosos y divertidos, como la gente que ve a Cristo en las marcas de la tostadora en su desayuno o que los dueños de mascotas acaben comprando aquellas que se les parecen físicamente y modificándolas para ampliar aún más ese parecido con el tiempo.
Fuente: Pawmetto.com

Bueno, pues ya tenemos el reconocimiento de caras. Ahora ¿qué hacemos con esto? Pues se lo mandamos a la amígdala que es el centro del procesamiento emocional del cerebro del miedo y la agresión. Allí es donde se disparan las emociones instintivas hacia determinados estímulos que llegan desde el giro fusiforme, ya sea una raza o una cara determinada de alguien conocido (no siempre tiene que ser agradable reconocer a alguien, imaginemos una víctima de violación que ve a su agresor).

Lo interesante de esto es que se asocian emociones a estímulos, pero parece ser que es independiente de si es nuestra propia raza o no. En los tests de asociación implícita (un método para comprobar la reacción instintiva o racional hacia varios estereotipos) había una proporción de negros que tenían prejuicios hacia los negros... ¡eran racistas hacia ellos mismos! Esto me recordó un vídeo que ví ya hace unos años (especialmente a partir del minuto 2, aunque el vídeo entero es brutal):



Parece que la raza a la que pertenecemos no es lo único que influye en la asociación de emociones a los grupos étnicos que reconocemos. Me gustaría ver qué pasa en otros entornos donde los negros son los buenos y los blancos son los malos para poder tener un grupo de control y ver si en ese caso habría también negros con prejuicios hacia esa etnia o desaparecen como en el caso de los blancos en Estados Unidos.

Ahora tenemos un cerebro racista. Pero en la sociedad en la que vivimos nos han enseñado que todos los seres humanos somos iguales y a rechazar este tipo de actitudes racistas. ¿Qué pasa en nuestro cerebro?

Pues pasa algo muy parecido a lo que vimos que ocurría con el control de impulsos y la paciencia. Primero debe activarse el cortex anterior cingulado (ACC). Esta parte del cerebro es la que reconoce los conflictos, en este caso el conflicto es entre la emoción que dispara la amígdala y lo que nos han enseñado que debemos sentir y no sentir. Si nos consideramos a nosotros mismos no-racistas y creemos que todo ser humano tiene los mismos derechos, pero nuestra amígdala dispara una emoción de miedo ante una cara de una raza negra, nuestro ACC va a detectar ese conflicto. Ojo porque parece ser que este mecanismo de detección de conflictos no funcione si el estímulo dispara la amígdala por debajo del umbral de consciencia.

Para reaccionar ante este conflicto, el ACC recluta otra área del cerebro, el cortex prefrontal dorsolateral (DLPFC). Esta es la misma región que se encargaba de la paciencia y que regulaba la respuesta del cortex premotor. La diferencia es que en esta ocasión va a modular la respuesta de la amígdala. Esta función inhibidora requiere más tiempo de proceso para poder actuar, ya que así como del giro fusiforme a la amígdala, el camino es directo, para llegar a aquí, tiene que haber pasado por el reconocimiento de conflictos del ACC, por las reglas sociales y morales de nivel superior y la función inhibidora del DLPFC, pero en paralelo, la amígdala ya lleva un tiempo reaccionando de forma automática para cuando el DLPFC llega a inhibirlo. De ahí la base cognitiva del test de asociación implícita.

También habla en el artículo que a las personas que utilizan esta inhibición de la amígdala mediante el DLPFC les pasa lo mismo que hablabamos con la paciencia: que se agota. Una conversación con personas negras hacían que tuviesen peores puntuaciones en el test de Stroop.  Una vez más tenemos un ejemplo del modelo de cerebro jerárquico, con una región general con módulos que hacen funciones similares (regulación e inhibición de otras áreas) aunque especializadas (amígdala, cortex premotor...) y que comparten características comunes del área general a la que pertenecen (recurso limitado en el tiempo).

Tras leer este artículo me asaltan algunas dudas:
  • ¿Qué pasa con las personas negras famosas? Parece que la cara de personas negras como Obama no dispara la amígdala como lo haría una persona desconocida. ¿Hay jerarquía entre reconocimiento individual y de parentesco (étnico)?
  • Se ha estudiado la relación entre el giro fusiforme y la amígdala, sin embargo, me gustaría saber algo más de cómo es el mecanismo de reconocimiento de parentesco propio y por qué parece ser diferente en hombres y mujeres. Los hombres, a diferencia de las mujeres, prefieren e invierten más recursos en bebés que se parecen a ellos mismos de manera inconsciente (A. Alvergne 2010). 
  • ¿Las personas expuestas a personas de otras razas tienen más actitudes racistas como consecuencia del agotamiento del DLPFC? ¿Se podrían utilizar utilizar mecanismo de "rellenado" del DLPFC como en el caso de la paciencia?
  • ¿Qué ocurre con los niños que han crecido en un entorno multi-racial como Singapur? ¿Existe una dicotomía entre "mi-grupo" y "no-mi-grupo"? ¿O por el contrario el giro fusiforme se especializa en distinguir cada etnia de manera independiente? ¿O por un lado reconoce individuos en una sola área sea de la etnia que sean y por otro reconoce diferentes etnias? ¿Es diferente la especialización del giro fusiforme si esta exposición se hace a temprana edad o de adulto?
  • Ekman habla en Emotions Revealed de que los marcadores somáticos de la emoción del miedo parece que es imborrable. Una vez creada esa asociación entre estímulo y respuesta de la amígdala, no se podía borrar, aunque sí modular. Por eso son tan dañinas las fobias. ¿Son también imborrables las asociaciones del giro fusiforme y la amígdala? ¿Alguien que es racista es racista siempre y dependerá de la inhibición del DLPFC? 
  • ¿Cómo se ha llegado a esa asociación en la amígdala? Las formas de crear un marcador somático de miedo a un estímulo son muy variadas. Una experiencia personal, una experiencia vista en un tercero, una experiencia que nos han contado (aunque no hayamos visto e incluso que no sea cierta...) ¿Qué parte de culpa tienen las películas y series de TV a las que están expuestos los niños en esta asociación etnia-emoción? Al fin y al cabo, igual que nos emocionamos, lloramos, reímos y nos sorprende una película, también pasamos miedo (yo soy incapaz de meterme en el mar si no veo el fondo por culpa de Tiburón). ¿Puede haber afectado a una generación entera el cine y la tv con prejuicios racistas?
Estaremos atentos a nuevos estudios y nuevas hipótesis que puedan surgir en este tema tan interesante y complicado, sobre todo en una sociedad cosmopolita y multicultural como la que vivimos.

ResearchBlogging.orgKubota, Jennifer T. (2012). The neuroscience of race Nature Neuroscience, 940-948 DOI: 10.1038/nn.3136

No hay comentarios:

Publicar un comentario