lunes, 30 de abril de 2012

¡Socorro, mi papá es un antropólogo!

Cuando tu vida se destina al estudio de la especie humana, hay muchos puntos en los que tienes que plantearte si un rasgo es individual, colectivo pero aprendido o es universal a todos los humanos y nacemos con él. Esto se puede llevar a cabo de las maneras más diversas, pero ninguna es fácil.

Puedes irte a algunas de las zonas más indómitas e inexploradas del planeta y encontrar una población que no haya tenido contacto con la civilización en los últimos miles de años, de forma que no pueda atribuirse un comportamiento o rasgo a una herencia cultural. Paul Ekman hizo esto mismo para investigar la universalidad de las expresiones de las emociones básicas en humanos, aunque hay muchos otros ejemplos en los que se ha utilizado esta metodología, como investigar ciertos rasgos del lenguaje, la música, la predilección por la mano derecha para manipular herramientas, las medidas de una mujer que resultan atractivas para un hombre...

También puedes hacer estudios con personas que no han podido tener acceso al estímulo que quieres investigar y por tanto, si lo muestran, es innato. Un ejemplo fue el experimento realizado por Konrad Lorenz en el 65 en el que demostró que el reconocimiento de la llamada materna por parte de los gansos recién nacidos (o eclosionados) no era algo que llevasen impreso en el cerebro como se pensaba hasta ese momento, sino que dependía del sonido que escuchaban mientras el pollo estaba en el huevo, incluídos los que hacía el propio polluelo dentro del huevo.

Un ganso mucho después de salir del huevo. Fuente: wikipedia.

¿Cómo lo hizo? Mediante una precisa cirugía (con efectos reversibles), hizo que algunos polluelos no pudiesen emitir ningún sonido durante su estado de incubación y los privó de cualquier otro sonido externo. En el momento de salir del huevo, estos polluelos, a diferencia de cualquier otro de su misma especie, no seguía la llamada de la gansa madre, con lo que se dedujo que era un comportamiento aprendido dependiente de un estimulo que llegaba en un determinado estado del desarrollo. Esta técnica es la que se utilizó también en los juegos paralímpicos para demostrar la universalidad de las expresiones faciales con atletas ciegos de nacimiento

Puedes buscar también pruebas de ese rasgo en otras especies relacionadas con el ser humano, como por ejemplo chimpancés, bonobos, gorilas o incluso orangutanes. Esto se ha utilizado por ejemplo en el estudio del desarrollo del lenguaje hablado o autónomo y viendo las similitudes que existen entre este y el de los otros simios.

Otra forma pueden ser los estudios de gemelos monocigóticos y heterocigóticos. Al haber compartido el mismo útero e infancia, se supone que han recibido los mismos estímulos, por lo que podemos eliminar mucho del ruido que podrían generar las diferencias de entorno durante las primeras etapas del desarrollo. Por ello, cualquier similitud significativamente mayor entre gemelos homocigóticos y hererocigóticos puede ser atribuída, al menos, a una predisposición genética y por tanto hereditaria y no aprendida. Esto se ha utilizado por ejemplo en el estudio sobre la heredabilidad de los rasgos de la personalidad, de la predisposición a ciertas enfermedades o la inteligencia.

Una forma diferente (y aquí es donde viene la chicha del artículo) es estudiar el desarrollo de ese rasgo en niños. El primero en hacerlo fue el propio Charles Darwin, como cuentan en este artículo. Según él, Darwin disfrutó de lo lindo viendo el desarrollo de sus 10 hijos e hijas, escribiendo durante 37 años un diario cuyas conclusiones publicó en su ensayo "A Biographical Sketch of an Infant" (podéis leerlo íntegramente aquí). En él habla de los reflejos de succión, de la predilección por la mano derecha, en expresiones faciales...
Charles Darwin con su primer hijo William, del que también aprendió algo. Fuente: wikipedia

Y hablando de expresiones faciales, Paul Ekman se cogió un año sabático cuando nació su hija con el fin de estudiar el desarrollo de las expresiones faciales en recién nacidos... con su propia hija. No es de extrañar que después escribiese el libro "¿Por qué mienten los niños?". Y ese no fue el fin de su colaboración con su padre. Paul Ekman ha estado utilizando a su hija como modelo de expresiones faciales en muchos de sus libros y en las herramientas que creó para entrenar microexpresiones.


Otro ejemplo menos conocido, aunque no por ello menos interesante es el blogero y experto en genética Razib Khan, editor del blog Gene Expression.  Recientemente ha tenido una hija y, como no, ha secuenciado su genoma y lo utiliza como ejemplo para explicar en su blog temas como la heredabilidad, los alelos de las diferentes poblaciones humanas y la contribución al genoma de su hija, etc.

Para muestra un botón, aunque encontraréis más gráficos e información en su propio blog.

Yo no soy oficialmente antropólogo (de momento), ni espero llegar al nivel de Darwin, Ekman o siquiera al de Razib, pero teniendo en cuenta que a mi me toca ser padre dentro de unos meses, llevo dándole vueltas a un par de ideas de este tipo, aunque el resultado final dependerá del ánimo que me quede después de pasar un par de semanas sin dormir y el tiempo que tenga entre pañal y biberón. 

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